MUERTE POR AUSENCIA
Muerte por ausencia es una reflexión sobre el paso del tiempo y sobre la muerte o, mejor, la ausencia de ella. La muerte se aleja a lugares donde hace no más falta sino más daño. El tiempo es de cristal, es fango y lodo.
Sería difícil clasificar la obra, debido a la dificultad que entraña llevar a cabo este ejercicio, pero si hubiera que enmarcarla en algún género, podríamos hablar de “drama psicológico”.
Obra de corte actual, sin alusiones temporales, donde la acción podría haberse desarrollado en tiempos pretéritos o en un futuro cercano, aunque guarda elementos que recuerdan obras de la antigüedad clásica.
Síntomas de ese clasicismo, más allá de la división en cinco actos, sería el uso de la parábasis donde nos encontramos una VOZ a modo de Corego que va aclarando, en cierto modo, el transitar de los personajes; o la anagnórisis, ya que hay que esperar hasta el final último para que tanto espectadores como los propios personajes descubran las auténticas claves de su existencia.
Además, la obra está plagada de poesía, rescatando un lenguaje que el autor considera si no perdido, sí olvidado en las representaciones teatrales de las últimas décadas.
Contada con diálogos muy ágiles, no exentos de poesía, ironía, mordacidad y humor negro, Muerte por ausencia es un ejercicio de alto riesgo interpretativo para los actores, que manejarán una serie de espejos cóncavos donde se verá reflejado más de un espectador.
Personajes intrigantes, avasalladores, complejos y acomplejados. Lo que en principio parece un encuentro casual, se convierte a lo largo de la obra en un entramado complicado, que perturba e intranquiliza, que remueve y transforma a estos excéntricos individuos.
De la luna teatro, en su línea de recuperación y defensa del llamado teatro de texto exhorta al espectador para que se sumerja en estas inquietantes aguas; para que salga de la sala pensando en repetir semejante vivencia existencial.